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Decía Noam Chomsky en su libro “Cómo nos Venden la Moto”, que el poder tiene mucho miedo a que la sociedad se organice, a que salga del pensamiento único y suponga una amenaza para el “stablishment”. Fruto de ese miedo, el poder lleva muchos años utilizando todos los medios a su alcance para impedir que esa amenaza se lleve a cabo, y son muchos medios… casi todos. Con esos medios, puede elaborar campañas de propaganda que permitan cambiar la opinión de la población, como ocurrió en la Primera Guerra Mundial para que los estadounidenses apoyasen una guerra contra Alemania. O cómo EEUU puso toda la carne en el asador durante la Guerra Fría para convencer a su pueblo de que los comunistas eran la encarnación del mal maligno de la muerte, y la URSS dejaba a Mordor a la altura de la Granja de Pin y Pon.
Pero el poder no sólo utiliza la propaganda, también utiliza otras formas más sutiles de tener a la población controlada, como por ejemplo el entretenimiento. El famoso “pan y circo”, que decían en Roma. Una sociedad entretenida, pendiente del fútbol, de una telenovela o de la última serie de éxito, es más proclive a dejar las cosas como están sin mover ni un dedo para que cambien. Otro ejemplo es el consumismo que llevamos tatuado en nuestro ADN, dando lugar a escenas tan absurdas como las de la gente haciendo cola durante la noche para poder entrar, lo antes posible, en una nueva Apple Store, o acudiendo en masa cuando Mediamarket anuncia un 25% de descuento en sus productos, poniendo en entredicho su famoso eslogan. Es el “soma” de nuestros días: ¿te sientes mal? Consume y verás como tu vida será mejor. Consume, antes de que te consumas.
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